miércoles, 3 de agosto de 2011

Incontables cuentos. El primero.

Tigre. Ale. Yo. Sombras somos. Creé una palabra nueva para nosotros. Padres deshijados. Acá estamos, honrando a Juli como podemos. Con cinco huérfanos que tomamos prestados y trajimos al Parque de la Costa. Es Reyes, Twelth Night, Epifanía. Los cristianos primitivos celebraban el pasaje de Jesús la medianoche del 5 de enero. Jesús era una manifestación de Aión, dios precursor. Aión, Jesús, Juli. Yo.
Pasamos el día con los chicos, todas sus bocas y sus ojos llenas de asombro y alegría. Se nos pierden. Aparecen. Desaparecen. Son chicos de la calle. Nosotros, adultos de su hogar. Dan trabajo. Qué bueno que Juli estuviera para darnos una mano. Ella sí tiene el don. No es lo mío, pero hago lo mejor que puedo. Esto es por Juli. Esto es para Juli. De Juli.
Largo día de calor, de sobresaltos. Nos cansamos. A media tarde decido que no puedo más, vamos!
Los chicos no se quejan. Todos juntos vamos hacia la salida y de pronto comienza el show de las fuentes danzantes, se iluminan, se elevan los chorros de agua de mil colores y comienza la música. Ale y yo congelamos. Sin mirarnos vamos como zombies hacia la fuente. Es la música de Juli. Es Andrea Bocelli prometiendo que Yo Contigo Partiré. Las aguas danzan. Las aguas rebasan mis ojos. Es Juli que nos da las gracias. Miro atrás a Ale que llora y llora. Unos de los chicos la abraza y la contiene. Juli, amor, espíritu de mi vida.


Io con te, partiró. E tu com me, resterai.

Incontables cuentos. El Segundo.

Pumamarca. Lindo. Entre cerros rojos y polvo y casas cepia. Espero en un hotel a Jackie, la canadiense que conocí en Salta. Le ofrecí un viaje a Humahuaca en La Viola. Claro, para esta profesora formal subirse a una Harley detrás de un argentino bohemio debe estar entre lo más venturoso de su vida. Por las dudas llegué antes y reservé dos habitaciones, no sea que...

Jackie llega tarde, tomamos algo y nos despedimos hasta la mañana siguiente. Todavía me pregunto para qué invité a esta mujer que no me interesa en lo más mínimo.
Por la mañana Jackie luce cansada. "No pude dormir. Se me metió esta música en la cabeza y no pude dormir. Ni siquiera conozco la letra, pero es en italiano".

Canto. "Io con te, partiró"...
"Sí! Es esa. Cómo lo sabés?"
Callo. Todavía no sé para qué invité a Jackie. Pero ahora sí sé que tiene algo para mí.... de parte de Juli.

Incontables cuentos. El Tercero.

Arriba vamos. A Humahuaca, subiendo la cuesta con la canadiense a cuestas. Me cuesta. Me cuesta soportar sus insinuaciones. Me cuesta respirar. Me cuesta entender que catso estoy haciendo aquí. Pero ya Juli me dijo una vez, desde vaya a saber dónde, "Papá, esto no es para entender". Y eso lo entiendo, aunque nunca llegué a saber si la voz vino de afuera o adentro. Is there anybody in there?

Qué puedo hacer en La Puna? Apunarme, claro. Esos seiscientos metros de diferencia entre Pumamarca y Humahuaca me arruinan la cabeza, el ánimo, el humor y las ganas de todo. Por más té de coca, no funciono. Jackie se esmera, pero me pone peor. Al cabo me quiero ir a dormir, y Jackie desenbolsa un libro. Me dice: "Vi que andás con ese osito siempre con vos. Creo que debes leer este libro". Y me lo da.

Aquí, dos paréntesis, mejor dicho cuatro. (Al osito lo encontramos con Juli en nuestro último viaje juntos, en la estación de tren de Sceaux, en Paris, un par de meses antes de que la mataran. Me dejó una colección de fotos del osito en París. Siempre está conmigo).
(Desde que Juli se fué y hasta ese día en Humahuaca, no leo un libro completo. Sólo abro en cualquier página, leo y sé que hay ahí para mí).

Me voy al hotel y me encierro a leer el libro. Una anciana indochina que perdió todo es llevada como refugiada a París. Ella lleva consigo lo único que se salvó de su familia, un bebé. No habla el francés ni entiende nada de lo que pasa alrededor. Jamás suelta al bebé. Termina en un hospital para enfermos mentales. Sólo al final nos damos cuenta de que el bebé es sólo un muñeco...

Y ésto qué quiere decir? Que hay en esta historia para mí? Que estoy loco? Que el osito al que me aferro es lo último/único que me queda de Juli? Qué? Qué? QUE!?

Incontables cuentos. El Cuarto.

Hace unos días encontré un libro en la pensión. En inglés. Sobre alguien que se conecta con el espíritu de una hermana muerta. Lo abro al azar. Dice: 6 de octubre.
6 de octubre, el cumple de Vivi, la mamá de Agus. Si, pero 6 de octubre, el último día  en que vi a Juli viva. Sí, pero 6 de octubre, el día en que murió papá. Ese libro y ese 6 de octubre me llevaron a escribir ésto, la historia de la última vez que vi a mi papá con vida.

Vancouver. Estoy aquí fuera de programa gracias a Luli. Me pidió que quería despedirse de su abuelo Ivo. Para mí, es una orden. Me la traje a Vancouver. Aunque me cueste. El abuelo Ivo está internado en un hospicio. Tiene Alzheimer. La última vez que lo ví no hablaba. Yo apenas soportaba el dolor de verlo así, de saber que no sabía que mamá había muerto. Y yo no sabía que todavía me esperaba el peor dolor. Desde la muerte de Juli no había podido juntar fuerzas para volver a verlo. Ahora, gracias Luli, acá estoy, en el hospicio esperando a que lo traigan.

En silla de ruedas. Todo hinchado de medicinas para que sobreviva. Para qué? Nos mira. Una pequeña luz en los ojos. Todavía me reconoce. Luli se apoya en su regazo y llora. Lo acaricia. Mi dolor es un llanto mudo que me retuerce la garganta. No puedo. Estoy, sí, pero no puedo. Juli está muerta, papá, y yo no puedo más. Me levanto, le digo a Luli, como puedo, que nos vamos. Miro por última vez a papá. Sus ojos están llenos de pena, de súplica. "No te vayas, no te vayas!"
Perdón, papá, ya no puedo con tanto dolor. Perdón, perdón. perdón. Me doy media vuelta y allí está. Una anciana china se pasea alrededor nuestro cantando una canción de cuna a su bebé, a su muñeco.

Mamá, Papá, Juli. Io con lei partiró. E vuoi con me restarai.

Incontables cuentos. El Quinto.

Los muertos son descalzos, viste? No sé por qué, pero no los imagino con zapatos. Cada vez que veo zapatos tirados en la ruta pienso en muertos. Algunos muertos también eran descalzos cuando vivos. Les gustaba andar en patas. Están mejor conectados a la tierra, al mundo, a la creación. Juli adoraba andar en patas. Las tenía sucias. Siempre.
Cuando entré a la sala que hacía de morgue Juli estaba solita, muy blanca, serena. Hermosa. Lo segundo que miré fueron sus pies. Sucios. Y en medio de esa locura de dolor tuve un remanso de alegría, de verla tan bella, tan perfecta y tan ella con sus patitas sucias. Dije: "Juli, qué nos han hecho?'

Se puede llamar locura de dolor, pero lo que yo experimenté esos días fué lucidez. Y éxtasis de amor. "Aunque nos mueramos nos amamos", escribió Juli a los 6 años en un papelito que aun tengo. Y dibujó dos angelitos. Esa es la exacta descripción de mi vida desde qiue se fué. Sólo el amor vence a la muerte. Y así es mi amor. En esos días de loca lucidez me sentí el Juan Bautista, no mi bisabuelo, el otro. Y bauticé y di nombre a mis queridos. Y a Agus le puse Pan de Leche, y a Ale, Llave de Corazones, y a Juli, Mariposa Patasucia.

En el colegio Ecos hay una obra que recuerda a los muertitos. Es una cerámica muy colorida. El artista me anduvo buscando para que le bajara línea sobre cómo representar a Juli. Al cabo le dije: "Una mariposa. Los colores son negro, violeta y amarillo". Negro era el color de la ropa de Juli. Los seres sagrados visten de negro para absorver el mal del mundo. Violeta era su color favorito. Es color de lo sagrado en la tierra. Amarillo es la dios, el estado de gracia divina. Es el estado del espíritu de Juli.

Apenas conocía a Gise, la mejor amiga de Juli en el Ecos. Me llamó para decirme que la mariposa era perfecta y que ella así la quería ver a Juli. "Juli es nueve", le dije. "Yo creo que es diez", me contestó. Y diez es dios. La dios.

Incontables cuentos. El Sexto.

Tengo compañera de viaje. Dani saltó de Colombia a México para hacerme la pata. La pata sucia. Dani ama andar descalza. Dani no es Juli, pero tiene ese temperamento artístico. Es emocional. También tiene la edad de Juli, pero no la siento como a una hija. Es un ser especial, y yo trato de protejer a los seres especiales. Son escasos y la esperanza para esta humanidad inhumanizante. Dani está dispuesta a desandar su camino desde la Argentina conmigo. No es poco. Es todo. Y ella quiere llegar a San Francisco...

Partimos al sur desde Puebla. Ella quiere conocer lugares mayas. Así dibujo nuestro viaje al sur. La primer ruina está cerrada. La segunda también. Son pequeñas. Seguimos viaje. La tercera es Kabah, ya más importante. Dani mira desde afuera y dice no. La cuarta es Uxmal. Nos dicen los precios en el parking nomás y Dani dice no. "Dónde hay una gran pirámide que yo pueda subir?"
Chichen Itzá, la más importante de México. Allá vamos y llegamos. Temprano y frescos, listos para pasar el día allí. No sé cómo voy a hacer. Todavía no he caminado más de un km seguido...
Antes de entrar interrogamos a un guía. Ya no se puede subir a la gran pirámide gracias a la depredación de los turistas. Un quiosco vende souvenirs con fecha adelantada: 2012. Los mayas no pudieron predecir su propio derrumbe, y hay boludos por ahí esperando fin del mundo. El mundo muere cada día, desde y para siempre. Mientras Dani le dice no a Chichen Itzá...

Y yo? Qué hago aquí? Por qué me dejo llevar por sus caprichos? Hace un par de semanas estaba dispuesto a claudicar mi viaje, volver a Phoenix o Flagstaff y dejar la Julia ahí, tan lejos de La Malfatta. Una mañana Adri, el hermano de Marc, me contó un sueño extraño. Casi exacto a un cuento que escribí para Juli cuando volvimos de Yucatán maya. A veces los mensajes no vienen en propios sueños. Luego vino Dani y ya, estoy en camino al sur de nuevo. Admiro su coraje para decirle no a Chichen. El guía nos dice que en Ek Balam se puede subir.

Ek Balam. Dani desparece adelante mío. Camino lento. Llego. Recorro indiferente las ruinas. Al final hay un gran edificio con una escalinata imposible para mí. Es un complejo habitacional en altos. Hay casas. Buenas piernas, los mayas, para subir a diario esa escalinata interminable. Y bajar, lo más difícil.  Me acomodo a la sombra a mirar. El cuerpo y la voluntad no me dan para más. Y aparece la puta águila. Y comienza a volar alrededor del edificio. "No voy a subir! Ni lo sueñes!"
Desaparece detrás del edificio. Y vuelve a aparecer. Será que quiere que de la vuelta alrededor del edificio? De pronto las hormigas que se juntaron alrededor de mis pies quietos empiezan a morderme. Debo moverme. Los dados confirman. Allá voy.  El águila desparece. Algo alguien me aguarda detrás de la gran ruina.


Incontables cuentos. El Séptimo.

Paciencia. En un grupo gestáltico dije espontáneamente "tortuga". Luego la consigna fué que cada uno tenía que representar a su animal por media hora. Media hora es como tres para una tortuga encerrada en un cuarto lleno de chimpancés, gatos, elefantes, perros, leones y demás bichaje. Ahí empecé a entender qué es eso de la paciencia. Es estoica por donde la mires.
Paciencia. En Puerto Escondido vi a una macho tortugo tratando de subirse a una tortuga fértil y flotante en un mar Pacífico y bravo. Sexo y paciencia. Mmm, por qué no?
Paciencia. Al salir de Uxmal se cruzó volando una pava (uno de los signos típicos de Juli), luego casi piso una tortuga y de inmediato esquivo una araña. La araña es la muerte pero es el destino. William llamaba a la muerte destiny. O sea, Juli dice que sea paciente, que es mi destino. Paciente con Dani, supongo. Todo está bien y asi llegamos a Ek Balam.
Paciencia. La vuelta a la gran ruina tendrá más de medio kilómetro. A pierna y media hago medio kilómetro por hora. O sea...
Mariposas. Yucatán está llena de mariposas. Al comenzar la vuelta encuentro una decena de pequeñas mariposas negras que se levantan alrededor mío a mi penoso paso. El lateral del edificio es pura piedra empinada. Algo verde se mueve. Es un gecko, una lagartija verde como mi alma. Es un llamado. Unos pasos más allá, una gran iguana gris se para a pocos metros y me mira. Es un lagarto, un dinosaurio, un dragón. Son símbolos equivalentes. Le canto la música de Jurasic Park. Con Juli nos corríamos por la casa moviendo los brazos simulando mandíbulas de dinosaurio. La iguanasaurio me guiña un ojo. Yo lloro.
Ahora estoy detrás del edificio, que por detrás no es edificio, es selva y rocas salvajes. El frente es escenográfico. La verdad maya será ésta? Espero encontrar cualquier bicho ahora. Esto es selva, qué joder. Una serpiente? Un puma? Nada.
Una mariposa bella y grande y corajuda se acerca y me toca el codo izquierdo. Mi codo izquierdo.
El mismo codo izquierdo que me lastimé cuando me desplomé en el suelo al escuchar en el celu, "Su hija falleció, señor".
El mismo codo izquierdo que me lastimé cuando me caí con la moto. La herida tenía la exacta figura de mis iniciales, IP, que en latín son las de Juli, JP.

 La mariposa me besó el codo izquierdo. No sé. Me siento bien.

Incontables Cuentos. El Octavo.

La Reserva Hopi. Dentro de la Reserva Diné. La primera vez fuí a acampar al desierto invitado por un Jerry. Esperaba tener una experiencia mística y sólo me cagué de frío con la luna para variar riéndose de mí. En el Centro Cultural una Hopi me preguntó adónde vas. "No sé". Quedate, me dijo. Nos invitaron a una ceremonia de kachinas. Creí que era otro evento turístico, pero no, éramos los únicos blanquitos. Otro día te cuento ésto.

Las kachinas son espíritus de la naturaleza, como Pan, la versión griega de Aión, el precursor del culto a Jesús. Ves? Todo está relacionado. Aunque me cuesta ver en el Cristianismo un amor por la naturaleza como lo tienen los Hopis, como lo tienen los nativos originales de las Américas. Aquí aceptaron al Jesús por la idea de sacrificio. El individuo se sacrifica por su sociedad. Una idea que no pega en el individualismo de masas rampante. Me fuí de tema.

A mi kachina, el espíritu que me guía, la encontré por azar. Es Paqua, la rana. Es el Espíritu de la Lluvia. Bien poderoso en el desierto. A la de Juli la busqué mucho tiempo, buscaba una mariposa, pero no encontré una que me hiciera vibrar. Debe ser un espíritu importante, tiene su propia ceremonia anual. Pocas la tienen. Ni idea de qué representa la mariposa para los Hopis. Ni de qué se trata la ceremonia. Seguramente los que representan la ceremonia se disfrazan de mariposas. Cuesta imaginarlo. Cientos de Hopis disfrazados de mariposa danzando por horas y horas. Cuesta imaginarlo.

Fuí al Centro Hopi como guía de un grupo de 9 peronas que me pidieron pasar la noche en Monument Valley, en la Reserva Diné. Paramos en el Centro Hopi como parte del tour. Busqué nuevamente la mariposa allí. Nada que me moviera un pelo. Salí al parking y vi a un Hopi vendiendo cacharros y artesanías. Me acerqué y la vi. Una mariposa de madera delgada, grande, con un hueco donde calzar la cabeza. Una máscara de la ceremonia de la kachina mariposa. Celeste. Sin dudas, la compro. Estoy feliz. La encontré.
Fumamos y charlamos con el Hopi. Le pregunto, al pasar, cuál es el siginificado de la ceremonia de la mariposa.
 Me mira inexpresivo y me pregunta: "Usted tiene una hija?"
Congelo. Nos miramos ojo a ojo. El, suave, inexpresivo. Digo: "Está muerta".
Su mirada no cambia. Yo bajo la mía. Los dos sabemos que mentí.

Incontables Cuentos. El Noveno.

Mi primer encuentro con Julieta fue como el último. Julieta nació muerta. La sacaron de la concha de Ale y la llevaron a una camita al fondo de la sala. Ale quedó atrás, y yo corrí a ver qué pasaba. El cuerpito sucio estaba morado y manchado. Julieta no respiraba. Ale preguntaba cómo estaba y yo contaba los segundos. Un tipo con un cañito de vidrio y una especie de enemita la convenció de empezar. Yo sólo contaba los segundos que hay entre el ser y la nada.
Los de Julieta fueron 16 por 365 por 24 por 60 por 60, más una yapa de tres meses y cinco días. En esa yapa están las tres semanas de vals que bailó con el papu porque nunca tuvo fiesta de quince. Zuli elgió a lo grande y París.
Yo sigo contando segundos, entre la nada y la eternidad.

El viaje casi no se hace porque el Gobierno Nacional cambió las fechas de las vacaciones de Juli. Ale y yo convencimos a la aerolínea de respetar el modo argentino. El gobierno insistió y cambió la ley y devaluó el poder de Juli para viajar. Con Ale hicimos una gambeta de amor en acción, ella conoció por fin los pasillos hartos de los ministerios; yo la tuve más grandiosa, me fui a Londres, donde sé que a pesar de argentinos, los consulados tienen sentido común. Je, Tenía que aspirar hondo y prepararme en mi ciudad querida; todos los encuentros sagrados necesitan de una ante cámara.

Doce horas de auto esquivando a la muerte para encontrar a una muerta son suficientes. Diría yo, si supiera si mi mujer sabía o no lo que yo ya sabía: que iba a pasar de largo de nuestro destino final, que iba a pasar lentamente frente a la mitad de un micro, dos veces, que iba a ver los cuerpos de todos y cada uno de los que sacaron el mismo número que Juli.
Cuando llegás te clasifican, a algunos padres los mandan para una sala, a nosotros nos mandan pal fondo. Todos sopechan, o saben, o, que sé yo, todos te miran y no saben qué decir. Es la mejor forma de decirlo. Quedaban tres alternativas, tres chances, tres números, tres Julietas viajaban juntas. No sé para que se molestan, si yo ya saqué que saqué la Grande.

Se olía tristeza y Ale estaba más presente por lo ausente. Yo buscaba argentinos adolescentes en Vancouver para Juli que adolescía de siempre de eso. Un chileno que es el que más hace por los argentinos de allá me pasó una data fácil, a dos cuadras de casa, ahí nomás, paisa y con niños. Levanté el fono sólo para darle antecedente sonoro a lo que sabía. Caminamos hasta esa casa, Juli se dejaba llevar por el papu y hasta acá habíamos llegado. La puerta se abrió y Julieta “¡Ah! Esta casa huele a Argentina!”

Me pregunto por qué la gente paga una entrada de cine para ver lo que yo ví. Ahí va, gratis.
Me llevaron a una casa al fondo del terreno del hospital. En el interior de la pobreza, cualquier cosa se transmuta por la necesidad, a esta casa la emparcharon en morgue y conoció la gloria el mismísimo día en que yo la conocí. La pobre se sentía un poco incómoda, se le notaba hasta en los pasillos. No se esperen que la muerte sea particularmente prolija, tiene mucho que hacer. Me dí cuenta de que los féretros están mal diseñados, ah, no, quise decir que hay un nicho, ja, un nicho de mercado en este Mercado de los muertos por accidente. Las piezas de mis rompecabezas que no sé dónde van tienen destino temporario en una cajita especial; ¿habrá una acá? 

Yo fuí el único papparazi que estaba ahí cuando Julieta Posilovic recorrió pór primera vez el Louvre. El maestro de ceremonias se quedó plantado mirando a Julieta en su rutina de salirse de lo previsto. Se paró frente a tres jarrones antiguos y los fotografió. Se paró frente a algunas estatuas griegas, parece que los griegos tenían colas lindas porque Juli se quedó largo rato admirándolas. Encontró un símbolo nazi en el brazo de un estatua de arcilla de 5000 años y se dió cuenta de que a los símbolos los arruina la acción humana. Pero lo más notorio es que miraba más para arriba que alrededor. Yo tengo la exclusiva de Juli mirando los techos pintados de dioses paganos y ángeles cristianos y reyes franceses del Louvre. ¿Descubrió y unió su artista al significado de tanta imagen alegórica? ¿Entre tanta gorda desnuda se dió cuenta de que su mambo con la gordura era problema de la cultura? Y yo qué sé. Capaz que estaba mirando el folleto para su próximo viaje.

Si te puedo contar esto que vi debe ser porque yo no estaba ahí. Había once cajones con la boca abierta y mamá siempre dijo que eso era de mal gusto. Yo pasé y repasé inspección y dejaré para otro momento castigar el desaliño de esta tropa. De momentos me sentí mal padre por no poder reconocer a mi propia hija. Tuve que quedarme más tiempo en los casos más dificiles: a algunos los rechacé por la ropa. Los notarios estaban listos para escuchar mi palabra y yo volví sobre la última duda y dije: "No estoy seguro". Alguien me puso un cero. "Ese es un varón, señor".

Mi  último encuentro con Juli no fue como el primero. No por eso dejó de darme una alegría, el cuerpo de Julieta era Julieta menos su alma. Salí y le di a Ale la noticia que esperaba desde hacía 16 por 365 por 24 por 60 por 60 más la yapa. ¡Silencio!

The weight of these sad times we must obey,
speak what we feel, not what we ought to say.
The rest is silence.