sábado, 31 de marzo de 2012

La Malfattea. Oda.

Si hablo bien de un hijo mío, nadie puede decir que soy un fanfarrón. Si lo hago de una obra mía, sí, claro. Entonces voy a empezar por decir que La Malfatta no es obra mía. Y lo digo y lo creo.
Desde bebé la escuché a mamá lamentar que la parte de campo que le tocó no tenía casa ni nada. Se trató de una injusticia y para justiciero no me faltan nunca las ganas. Mi primer intento fue en el 89, puse alambrado del casco, molino y represa. Y me fundí. Y me olvidé o me quise olvidar del intento.
La segunda surgió cuando murió mi tío Adalberto. Como un padre para Arturo, que se deprimió y me largó la administración. Yo de vacas y agricultura no sabía nada. Por entonces Julieta tenía seis años. Con Ale estábamos planeando buscar un lugar con verde, para fines de semana y vacaciones. Mirábamos al Uruguay. Y Julieta dijo: "Pero cómo! Nosotros no tenemos campo? Entonces?"
Ale y yo tuvimos que tragarnos el dolor de aquel primer intento fracasado y reconocer la lógica de la pendeja. Juli fue siempre mucho más que mi hija, siempre siempre reconocí en ella a un espíritu superior al mío. Con toda una vida de lamentos de mamá, más la convicción incontestable de Juli, qué me queda a mí sino ponerme a trabajar? Ves? Cómo puedo decir que La Malfatta es obra mía?

En mi Nuevo Nuevo Testamento voy completando los nuevos mandamientos, que todavía no son diez, recién llegué al tercero que dice: "Hay que ser agradecido.".Entonces, te agradezco mamá por romperme las pelotas con la casa del campo, y por bancarte mi administración más que austera para poder hacerla. Te agradezco Juli que me marcaras el camino y me acompañaras todo el tiempo que pudiste. Bah, en realidad lo seguís haciendo. Te agradezco Ale por ser compinche del sueño, por bancarme cuando lo necesité y por hacer de La Malfatta un lugar tan lindo de estar. Te agradezxo Agustín por hacerme la pata durante toda la obra y hasta vivir conmigo aquí. Le agradezxo don Pablo por acompañarme, divertirme y estimularme como un padre. Agradezxo a mis hermanos Arturo y Pablo su falta de ahínco para obstruir mi propósito. Agradezco a mi hermana Marilú, que siempre me entiende más que el resto. Agradezco a mi tía Lolita, que me prohibió hacer una casa prefabricada. Y me agradezco a mí, pero sobre todo a mi amor por estos seres, amor que me sostuvo en este lugar lleno de mi sangre, de mi sudor y de mis lágrimas.