miércoles, 3 de agosto de 2011

Incontables Cuentos. El Noveno.

Mi primer encuentro con Julieta fue como el último. Julieta nació muerta. La sacaron de la concha de Ale y la llevaron a una camita al fondo de la sala. Ale quedó atrás, y yo corrí a ver qué pasaba. El cuerpito sucio estaba morado y manchado. Julieta no respiraba. Ale preguntaba cómo estaba y yo contaba los segundos. Un tipo con un cañito de vidrio y una especie de enemita la convenció de empezar. Yo sólo contaba los segundos que hay entre el ser y la nada.
Los de Julieta fueron 16 por 365 por 24 por 60 por 60, más una yapa de tres meses y cinco días. En esa yapa están las tres semanas de vals que bailó con el papu porque nunca tuvo fiesta de quince. Zuli elgió a lo grande y París.
Yo sigo contando segundos, entre la nada y la eternidad.

El viaje casi no se hace porque el Gobierno Nacional cambió las fechas de las vacaciones de Juli. Ale y yo convencimos a la aerolínea de respetar el modo argentino. El gobierno insistió y cambió la ley y devaluó el poder de Juli para viajar. Con Ale hicimos una gambeta de amor en acción, ella conoció por fin los pasillos hartos de los ministerios; yo la tuve más grandiosa, me fui a Londres, donde sé que a pesar de argentinos, los consulados tienen sentido común. Je, Tenía que aspirar hondo y prepararme en mi ciudad querida; todos los encuentros sagrados necesitan de una ante cámara.

Doce horas de auto esquivando a la muerte para encontrar a una muerta son suficientes. Diría yo, si supiera si mi mujer sabía o no lo que yo ya sabía: que iba a pasar de largo de nuestro destino final, que iba a pasar lentamente frente a la mitad de un micro, dos veces, que iba a ver los cuerpos de todos y cada uno de los que sacaron el mismo número que Juli.
Cuando llegás te clasifican, a algunos padres los mandan para una sala, a nosotros nos mandan pal fondo. Todos sopechan, o saben, o, que sé yo, todos te miran y no saben qué decir. Es la mejor forma de decirlo. Quedaban tres alternativas, tres chances, tres números, tres Julietas viajaban juntas. No sé para que se molestan, si yo ya saqué que saqué la Grande.

Se olía tristeza y Ale estaba más presente por lo ausente. Yo buscaba argentinos adolescentes en Vancouver para Juli que adolescía de siempre de eso. Un chileno que es el que más hace por los argentinos de allá me pasó una data fácil, a dos cuadras de casa, ahí nomás, paisa y con niños. Levanté el fono sólo para darle antecedente sonoro a lo que sabía. Caminamos hasta esa casa, Juli se dejaba llevar por el papu y hasta acá habíamos llegado. La puerta se abrió y Julieta “¡Ah! Esta casa huele a Argentina!”

Me pregunto por qué la gente paga una entrada de cine para ver lo que yo ví. Ahí va, gratis.
Me llevaron a una casa al fondo del terreno del hospital. En el interior de la pobreza, cualquier cosa se transmuta por la necesidad, a esta casa la emparcharon en morgue y conoció la gloria el mismísimo día en que yo la conocí. La pobre se sentía un poco incómoda, se le notaba hasta en los pasillos. No se esperen que la muerte sea particularmente prolija, tiene mucho que hacer. Me dí cuenta de que los féretros están mal diseñados, ah, no, quise decir que hay un nicho, ja, un nicho de mercado en este Mercado de los muertos por accidente. Las piezas de mis rompecabezas que no sé dónde van tienen destino temporario en una cajita especial; ¿habrá una acá? 

Yo fuí el único papparazi que estaba ahí cuando Julieta Posilovic recorrió pór primera vez el Louvre. El maestro de ceremonias se quedó plantado mirando a Julieta en su rutina de salirse de lo previsto. Se paró frente a tres jarrones antiguos y los fotografió. Se paró frente a algunas estatuas griegas, parece que los griegos tenían colas lindas porque Juli se quedó largo rato admirándolas. Encontró un símbolo nazi en el brazo de un estatua de arcilla de 5000 años y se dió cuenta de que a los símbolos los arruina la acción humana. Pero lo más notorio es que miraba más para arriba que alrededor. Yo tengo la exclusiva de Juli mirando los techos pintados de dioses paganos y ángeles cristianos y reyes franceses del Louvre. ¿Descubrió y unió su artista al significado de tanta imagen alegórica? ¿Entre tanta gorda desnuda se dió cuenta de que su mambo con la gordura era problema de la cultura? Y yo qué sé. Capaz que estaba mirando el folleto para su próximo viaje.

Si te puedo contar esto que vi debe ser porque yo no estaba ahí. Había once cajones con la boca abierta y mamá siempre dijo que eso era de mal gusto. Yo pasé y repasé inspección y dejaré para otro momento castigar el desaliño de esta tropa. De momentos me sentí mal padre por no poder reconocer a mi propia hija. Tuve que quedarme más tiempo en los casos más dificiles: a algunos los rechacé por la ropa. Los notarios estaban listos para escuchar mi palabra y yo volví sobre la última duda y dije: "No estoy seguro". Alguien me puso un cero. "Ese es un varón, señor".

Mi  último encuentro con Juli no fue como el primero. No por eso dejó de darme una alegría, el cuerpo de Julieta era Julieta menos su alma. Salí y le di a Ale la noticia que esperaba desde hacía 16 por 365 por 24 por 60 por 60 más la yapa. ¡Silencio!

The weight of these sad times we must obey,
speak what we feel, not what we ought to say.
The rest is silence.

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