domingo, 11 de junio de 2017

Alex.

Sabés cuando Alex pasó una noche de dolor insoportable porque a la mañana te saluda con un buenos días radiante de sonrisa ancha de oros. En cambio, tras una buena noche agrega a sus buenos días: "Anoche descubrí y aprendí a mover un nuevo músculo.". Así es Alex, siempre lleva puesta con descaro su sonrisa, su  ingenua mirada celeste, su sólido y saltarín cuerpo todavía adolescente de treinta y pico.
Durante el día, Alex trabaja a la par de los otros voluntarios. Es el más experimentado en la granja, pero odia dar órdenes, sólo contagia a los novatos con su entusiasmo y dedicación.
Habla un castellano raro, gangoso de su original francés, le patinan las palabras, se traba en algunas, y no parece del todo normal. Cuando habla francés pasa igual. Con todo, es bonito. Y directo.
Dice:" Quiero hacer un road trip por Norteamérica". Una de las chicas, la más bonita, quiere ir con él. Le contesta:"Bueno, viajamos y cogemos todo lo que quieras, pero yo no me ato a nadie".
Otra chiquita, alemancita, tiene amores con Alex. Ella tiene veinte y novio en Alemania y no quiere traicionar. Entonces Alex la abraza, la mima, se la pasan horas en la hamaca, duermen juntos. Y no cogen. Es difícil saber si a Alex esto lo hace feliz, siempre se lo ve bien.
Es una maestro del truco, ninguno de los locales lo pudo, salvo una vez, en el siguiente partido.
-¡Envido!- grita Alex.
-¡Falta envido!- le responden.
-¡Quiero!
 -Siete...-
-Son buenas-, sonríe Alex, y el partido hace historia, primera falta ganada con siete.
Se toma muy en serio su rol de maestro de truco, dibuja todas las cartas del mazo español en una pared, en orden de valor decreciente, hermoso y colorido ancho de espadas a la cabeza. Sienta a sus alumnos frente a la obra, y con paciencia logra lo imposible, sea de un alemán, francés o inglés, un aceptable jugador de truco.
Alex es un  Peter Pan y dice que no piensa cambiar hasta el fin. El brillo de sus ojos, de sus dientes, sólo confirman la certeza.
Llega a la granja a trabajar a cambio de cama y comida. Viene de hacer lo mismo en una panadería de la capital. Algo hay en él para que los panaderos se tomen el trabajo de llevarlo trescientos kilómetros  hasta la puerta de su nueva aventura en la granja. Para él eso es normal, para él todos somos Alex. Trabaja porque no necesita trabajar. El seguro médico de Canadá le paga todos los meses desde sus veinte años, para que Alex siga siendo Alex.

-Recuerdo sólo lo que me dijeron. Que estaba borracho y que choqué contra un árbol. Que había roto algo en mi cerebro profundo y que nunca más volvería a caminar y para siempre este dolor en cada uno de mis músculos. Mamá se puso tan triste que dejó de visitarme al hospital. Yo me puse tan triste que me arrastré hasta la ventana y me tiré desde ese tercer piso. Se ve que no era mi turno. Pero tampoco vivir inválido. En cuatro años logré volver a caminar.. Diseño mis ejercicios para calmar el dolor, y la única forma de calmar el dolor es encontrar cada músculo y aprender a moverlo. Sorprende que tengamos tantos-, sonríe.

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