Si hablo bien de un hijo mío, nadie puede decir que soy un fanfarrón. Si lo hago de una obra mía, sí, claro. Entonces voy a empezar por decir que La Malfatta no es obra mía. Y lo digo y lo creo.
Desde bebé la escuché a mamá lamentar que la parte de campo que le tocó no tenía casa ni nada. Se trató de una injusticia y para justiciero no me faltan nunca las ganas. Mi primer intento fue en el 89, puse alambrado del casco, molino y represa. Y me fundí. Y me olvidé o me quise olvidar del intento.
La segunda surgió cuando murió mi tío Adalberto. Como un padre para Arturo, que se deprimió y me largó la administración. Yo de vacas y agricultura no sabía nada. Por entonces Julieta tenía seis años. Con Ale estábamos planeando buscar un lugar con verde, para fines de semana y vacaciones. Mirábamos al Uruguay. Y Julieta dijo: "Pero cómo! Nosotros no tenemos campo? Entonces?"
Ale y yo tuvimos que tragarnos el dolor de aquel primer intento fracasado y reconocer la lógica de la pendeja. Juli fue siempre mucho más que mi hija, siempre siempre reconocí en ella a un espíritu superior al mío. Con toda una vida de lamentos de mamá, más la convicción incontestable de Juli, qué me queda a mí sino ponerme a trabajar? Ves? Cómo puedo decir que La Malfatta es obra mía?
En mi Nuevo Nuevo Testamento voy completando los nuevos mandamientos, que todavía no son diez, recién llegué al tercero que dice: "Hay que ser agradecido.".Entonces, te agradezco mamá por romperme las pelotas con la casa del campo, y por bancarte mi administración más que austera para poder hacerla. Te agradezco Juli que me marcaras el camino y me acompañaras todo el tiempo que pudiste. Bah, en realidad lo seguís haciendo. Te agradezco Ale por ser compinche del sueño, por bancarme cuando lo necesité y por hacer de La Malfatta un lugar tan lindo de estar. Te agradezxo Agustín por hacerme la pata durante toda la obra y hasta vivir conmigo aquí. Le agradezxo don Pablo por acompañarme, divertirme y estimularme como un padre. Agradezxo a mis hermanos Arturo y Pablo su falta de ahínco para obstruir mi propósito. Agradezco a mi hermana Marilú, que siempre me entiende más que el resto. Agradezco a mi tía Lolita, que me prohibió hacer una casa prefabricada. Y me agradezco a mí, pero sobre todo a mi amor por estos seres, amor que me sostuvo en este lugar lleno de mi sangre, de mi sudor y de mis lágrimas.
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