Hace unos días encontré un libro en la pensión. En inglés. Sobre alguien que se conecta con el espíritu de una hermana muerta. Lo abro al azar. Dice: 6 de octubre.
6 de octubre, el cumple de Vivi, la mamá de Agus. Si, pero 6 de octubre, el último día en que vi a Juli viva. Sí, pero 6 de octubre, el día en que murió papá. Ese libro y ese 6 de octubre me llevaron a escribir ésto, la historia de la última vez que vi a mi papá con vida.
Vancouver. Estoy aquí fuera de programa gracias a Luli. Me pidió que quería despedirse de su abuelo Ivo. Para mí, es una orden. Me la traje a Vancouver. Aunque me cueste. El abuelo Ivo está internado en un hospicio. Tiene Alzheimer. La última vez que lo ví no hablaba. Yo apenas soportaba el dolor de verlo así, de saber que no sabía que mamá había muerto. Y yo no sabía que todavía me esperaba el peor dolor. Desde la muerte de Juli no había podido juntar fuerzas para volver a verlo. Ahora, gracias Luli, acá estoy, en el hospicio esperando a que lo traigan.
En silla de ruedas. Todo hinchado de medicinas para que sobreviva. Para qué? Nos mira. Una pequeña luz en los ojos. Todavía me reconoce. Luli se apoya en su regazo y llora. Lo acaricia. Mi dolor es un llanto mudo que me retuerce la garganta. No puedo. Estoy, sí, pero no puedo. Juli está muerta, papá, y yo no puedo más. Me levanto, le digo a Luli, como puedo, que nos vamos. Miro por última vez a papá. Sus ojos están llenos de pena, de súplica. "No te vayas, no te vayas!"
Perdón, papá, ya no puedo con tanto dolor. Perdón, perdón. perdón. Me doy media vuelta y allí está. Una anciana china se pasea alrededor nuestro cantando una canción de cuna a su bebé, a su muñeco.
Mamá, Papá, Juli. Io con lei partiró. E vuoi con me restarai.
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