-Pues he venido acá porque en Europa dios ha muerto. Enterrado en los templos.
Ya no hay luz, ya no se quema incienso, ya no se escuchan los coros-, dice, y agrega, -Vine por eso y porque sueño con ellos desde hace diez
años, los hopis me llaman, que venga, que me tienen que decir algo. Sé que tu tienes un buen carro y conoces bien la reserva. Sé también que no dirás que no. ¿Me llevas
allá?
El desierto cambia sin dejar de llamarse desierto. Por ahí
un color ocre, por ahí rojo, a veces una reunión de cactus, por ahí unos
bisontes pastando piedras, ningún alambrado, algún rancherío con un
solo árbol logrado con riego humano y decenario. Cada tanto una montaña
aislada, un volcán que vió y verá todo, por más extinto que esté.
-¡Montaña sagrada! ¡Montaña sagrada!- grita el español cuando pasamos frente a la mía y saca un flautín del bolso y toca una melodía ignota. Ciertamente acierta. Es sagrada esa montaña. Es tierra Diné, es tan sagrada y secreta que no figura en los mapas.
-Ese
dolor que tienes, tienes que sacártelo. Que los hopis te invitaran a una ceremonia secreta es un gran honor. Te equivocaste al llevar a tus amigos. Me imagino vuestras caras cuando os echaron del pueblo. Vale, es sólo un error. Ve allí, entra al pueblo, y al
primero que veas le explicas tu falta, tu vergüenza y tu dolor, y le
pides perdón. "Déjamelo conmigo", te dirá. Eso será todo.
Camino a su destino paramos en unas ruinas abandonadas por una misteriosa tribu hace milenios. El único
vestigio humano es ese acantilado horado de pequeñas cuevas donde moraban, una propiedad
horizontal primitiva, si entonces hubiera habido propiedad. Nadie sabe adónde
fueron, simplemente desaparecieron. Miles de años después desde el
valle, el español mira y mira otra vez las decenas de cuevas allá en lo alto, en la pared del acantilado. Al cabo explota sonriente, -¡Saltaron!
Simplemente saltaron desde allí. ¿Sabes? Los iniciados pueden pasar al
otro lado con cuerpo y todo. Nosotros sólo podemos morir.
Seguimos camino hasta el pueblo hopi..A la entrada hay cuatro hombres. Fuman y beben. En silencio
me escuchan y uno de ellos pone una mano al pecho y dice, -Déjamelo
acá conmigo-. Con la otra mano me ofrece un pucho.
Dejé al español en ese pueblo. Nunca se supo más de él. Quizá haya saltado..
¿Qué es que sé?
Las historias y personajes aquí contados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad... es exclusiva responsbilidad de la realidad.
domingo, 18 de junio de 2017
domingo, 11 de junio de 2017
Alex.
Sabés cuando Alex pasó una noche de dolor insoportable porque a la mañana te saluda con un buenos días radiante de sonrisa ancha de oros. En cambio, tras una buena noche agrega a sus buenos días: "Anoche descubrí y aprendí a mover un nuevo músculo.". Así es Alex, siempre lleva puesta con descaro su sonrisa, su ingenua mirada celeste, su sólido y saltarín cuerpo todavía adolescente de treinta y pico.
Durante el día, Alex trabaja a la par de los otros voluntarios. Es el más experimentado en la granja, pero odia dar órdenes, sólo contagia a los novatos con su entusiasmo y dedicación.
Habla un castellano raro, gangoso de su original francés, le patinan las palabras, se traba en algunas, y no parece del todo normal. Cuando habla francés pasa igual. Con todo, es bonito. Y directo.
Dice:" Quiero hacer un road trip por Norteamérica". Una de las chicas, la más bonita, quiere ir con él. Le contesta:"Bueno, viajamos y cogemos todo lo que quieras, pero yo no me ato a nadie".
Otra chiquita, alemancita, tiene amores con Alex. Ella tiene veinte y novio en Alemania y no quiere traicionar. Entonces Alex la abraza, la mima, se la pasan horas en la hamaca, duermen juntos. Y no cogen. Es difícil saber si a Alex esto lo hace feliz, siempre se lo ve bien.
Es una maestro del truco, ninguno de los locales lo pudo, salvo una vez, en el siguiente partido.
-¡Envido!- grita Alex.
-¡Falta envido!- le responden.
-¡Quiero!
-Siete...-
-Son buenas-, sonríe Alex, y el partido hace historia, primera falta ganada con siete.
Se toma muy en serio su rol de maestro de truco, dibuja todas las cartas del mazo español en una pared, en orden de valor decreciente, hermoso y colorido ancho de espadas a la cabeza. Sienta a sus alumnos frente a la obra, y con paciencia logra lo imposible, sea de un alemán, francés o inglés, un aceptable jugador de truco.
Alex es un Peter Pan y dice que no piensa cambiar hasta el fin. El brillo de sus ojos, de sus dientes, sólo confirman la certeza.
Llega a la granja a trabajar a cambio de cama y comida. Viene de hacer lo mismo en una panadería de la capital. Algo hay en él para que los panaderos se tomen el trabajo de llevarlo trescientos kilómetros hasta la puerta de su nueva aventura en la granja. Para él eso es normal, para él todos somos Alex. Trabaja porque no necesita trabajar. El seguro médico de Canadá le paga todos los meses desde sus veinte años, para que Alex siga siendo Alex.
-Recuerdo sólo lo que me dijeron. Que estaba borracho y que choqué contra un árbol. Que había roto algo en mi cerebro profundo y que nunca más volvería a caminar y para siempre este dolor en cada uno de mis músculos. Mamá se puso tan triste que dejó de visitarme al hospital. Yo me puse tan triste que me arrastré hasta la ventana y me tiré desde ese tercer piso. Se ve que no era mi turno. Pero tampoco vivir inválido. En cuatro años logré volver a caminar.. Diseño mis ejercicios para calmar el dolor, y la única forma de calmar el dolor es encontrar cada músculo y aprender a moverlo. Sorprende que tengamos tantos-, sonríe.
Durante el día, Alex trabaja a la par de los otros voluntarios. Es el más experimentado en la granja, pero odia dar órdenes, sólo contagia a los novatos con su entusiasmo y dedicación.
Habla un castellano raro, gangoso de su original francés, le patinan las palabras, se traba en algunas, y no parece del todo normal. Cuando habla francés pasa igual. Con todo, es bonito. Y directo.
Dice:" Quiero hacer un road trip por Norteamérica". Una de las chicas, la más bonita, quiere ir con él. Le contesta:"Bueno, viajamos y cogemos todo lo que quieras, pero yo no me ato a nadie".
Otra chiquita, alemancita, tiene amores con Alex. Ella tiene veinte y novio en Alemania y no quiere traicionar. Entonces Alex la abraza, la mima, se la pasan horas en la hamaca, duermen juntos. Y no cogen. Es difícil saber si a Alex esto lo hace feliz, siempre se lo ve bien.
Es una maestro del truco, ninguno de los locales lo pudo, salvo una vez, en el siguiente partido.
-¡Envido!- grita Alex.
-¡Falta envido!- le responden.
-¡Quiero!
-Siete...-
-Son buenas-, sonríe Alex, y el partido hace historia, primera falta ganada con siete.
Se toma muy en serio su rol de maestro de truco, dibuja todas las cartas del mazo español en una pared, en orden de valor decreciente, hermoso y colorido ancho de espadas a la cabeza. Sienta a sus alumnos frente a la obra, y con paciencia logra lo imposible, sea de un alemán, francés o inglés, un aceptable jugador de truco.
Alex es un Peter Pan y dice que no piensa cambiar hasta el fin. El brillo de sus ojos, de sus dientes, sólo confirman la certeza.
Llega a la granja a trabajar a cambio de cama y comida. Viene de hacer lo mismo en una panadería de la capital. Algo hay en él para que los panaderos se tomen el trabajo de llevarlo trescientos kilómetros hasta la puerta de su nueva aventura en la granja. Para él eso es normal, para él todos somos Alex. Trabaja porque no necesita trabajar. El seguro médico de Canadá le paga todos los meses desde sus veinte años, para que Alex siga siendo Alex.
-Recuerdo sólo lo que me dijeron. Que estaba borracho y que choqué contra un árbol. Que había roto algo en mi cerebro profundo y que nunca más volvería a caminar y para siempre este dolor en cada uno de mis músculos. Mamá se puso tan triste que dejó de visitarme al hospital. Yo me puse tan triste que me arrastré hasta la ventana y me tiré desde ese tercer piso. Se ve que no era mi turno. Pero tampoco vivir inválido. En cuatro años logré volver a caminar.. Diseño mis ejercicios para calmar el dolor, y la única forma de calmar el dolor es encontrar cada músculo y aprender a moverlo. Sorprende que tengamos tantos-, sonríe.
Cuerdo de amor. Versión 2.
Mario dice que soy inteligente. Y si lo dice Mario yo lo creo. Digo, él es mi paradigma de la inteligencia, judío, titulado en varias carreras, insaciable en el juego de saber y hacer. La frente que le gana terreno al cabello con los años, anteojitos clásicos y trotkisos, un apasionado de escuchar, de relacionar y de elaborar. Alguna vez me hizo un test de inteligencia para su carrera de Sicología y concluyó que soy inteligente. "Pero no sos un genio", tacleó a mi vanidad Ni me envidio ni me admiro. Es lo que me tocó. Hubiera canjeado parte de mi cerebro por un cuerpo más alto y un elogio de Amadeo Carrizo.
Mario dice que cuando sos un inteligente 5, y te pasa lo que a mí me pasó, un camión se lleva puesta a tu hija y al resto de tu vida, te vas a menos 5. Si sos un 9, te vas a menos 9. Parece que Mario tiene razón, no soy genio porque todavía estoy aquí y puedo escribir esto y vos me podés leer. Si viste Una mente brillante y querés tener un testimonio de primera mano sobre la locura, seguí leyendo: estuve ahí.
Había descubierto el plan de dios y ellos lo sabían y me venían a buscar. Durante semanas no dormía y escribía y dibujaba y avisaba al mundo lo que estaba pasando, antes de que ellos me desaparecieran. Y estaban por todos lados. Y me ardía la mollera de tanto pensar. Escribí hasta un manual de supervivencia para el diluvio y posterior era glacial que se venían.
Fer está en la misma catagoría de judaísmo, logro e inteligencia que Mario, sólo que Fer lo volcó a los libros y al teatro, sólo que Fer nunca fue a una sinagoga- Rubio virando a ceniza, ojos celestes y boca generosa, las mismas gafas troscas, intelecsantes. De la locura, conoce bien el paisaje. Mario también.
Eran las 6 de la mañana y mis monstruos y yo no parábamos. No podía parar. Me iba, me iba. De pronto, suena el teléfono. Un llamado, un grito que me arranca del otro mundo.Es Fer. Me invita a ir a una sinagoga esa tarde. Fer, el que nunca fue a una sinagoga. Fer, a las 6 de la mañana. Algo me hace clic y me doy cuenta de que estoy enloqueciendo.
Me acuerdo de la escena de Una mente brillante, esa que me hace llorar cada vez. Ella toma la mano de Nash : "¿Querés saber qué es real? Esto es real." y pone la mano de Nash sobre su pecho
Ale duerme en su cuarto y yo enloquezco en el mío. Voy a ella. Ale es tibia. Ale es suave, Ale es vida. Ale es madre. La abrazo como náufrago, Y siento el calor de su cuerpo. Y el aroma de su respiración. Y el ritmo primitivo de su corazón. Me aferro a ella y desde su inmaculada y dormida esencia, me salva.
Esa tarde fuimos a la sinagoga con Fer. Muy moderna, muy luminosa. Comenzaron los ritos y de pronto sentí todo el peso del dolor judío. Y de pronto se cantaba y se celebraba. Y de pronto todo volvía a ser insondable triste. Y de vuelta explotaba la alegría. Y sentí a Juli, estaba ahí. Juli era eso. Y lloré a Juli. Y reí a Juli. Y celebré con ella, en ella, su infinita y breve vida. Y agradecí.
Juli es un alma sabia. Nunca la viví como hija, la viví como maestra. A los cinco años dibujó dos ángeles y escribió: "Aunque nos muéramos, nos amamos". Y Nash dice, "Es en las misteriosas ecuaciones del amor donde he encontrado las respuestas a la verdad del universo". Lo dijo Nash, lo iluminó Juli, lo viví yo.
Quizá ésta es mi divina comedia. Tal vez mis arcángeles, Mario y Fer, tal vez mi María, Ale, ciertamente Juli mi Cristo. ¿Y yo? Everyone and no one.
Mario dice que cuando sos un inteligente 5, y te pasa lo que a mí me pasó, un camión se lleva puesta a tu hija y al resto de tu vida, te vas a menos 5. Si sos un 9, te vas a menos 9. Parece que Mario tiene razón, no soy genio porque todavía estoy aquí y puedo escribir esto y vos me podés leer. Si viste Una mente brillante y querés tener un testimonio de primera mano sobre la locura, seguí leyendo: estuve ahí.
Había descubierto el plan de dios y ellos lo sabían y me venían a buscar. Durante semanas no dormía y escribía y dibujaba y avisaba al mundo lo que estaba pasando, antes de que ellos me desaparecieran. Y estaban por todos lados. Y me ardía la mollera de tanto pensar. Escribí hasta un manual de supervivencia para el diluvio y posterior era glacial que se venían.
Fer está en la misma catagoría de judaísmo, logro e inteligencia que Mario, sólo que Fer lo volcó a los libros y al teatro, sólo que Fer nunca fue a una sinagoga- Rubio virando a ceniza, ojos celestes y boca generosa, las mismas gafas troscas, intelecsantes. De la locura, conoce bien el paisaje. Mario también.
Eran las 6 de la mañana y mis monstruos y yo no parábamos. No podía parar. Me iba, me iba. De pronto, suena el teléfono. Un llamado, un grito que me arranca del otro mundo.Es Fer. Me invita a ir a una sinagoga esa tarde. Fer, el que nunca fue a una sinagoga. Fer, a las 6 de la mañana. Algo me hace clic y me doy cuenta de que estoy enloqueciendo.
Me acuerdo de la escena de Una mente brillante, esa que me hace llorar cada vez. Ella toma la mano de Nash : "¿Querés saber qué es real? Esto es real." y pone la mano de Nash sobre su pecho
Ale duerme en su cuarto y yo enloquezco en el mío. Voy a ella. Ale es tibia. Ale es suave, Ale es vida. Ale es madre. La abrazo como náufrago, Y siento el calor de su cuerpo. Y el aroma de su respiración. Y el ritmo primitivo de su corazón. Me aferro a ella y desde su inmaculada y dormida esencia, me salva.
Esa tarde fuimos a la sinagoga con Fer. Muy moderna, muy luminosa. Comenzaron los ritos y de pronto sentí todo el peso del dolor judío. Y de pronto se cantaba y se celebraba. Y de pronto todo volvía a ser insondable triste. Y de vuelta explotaba la alegría. Y sentí a Juli, estaba ahí. Juli era eso. Y lloré a Juli. Y reí a Juli. Y celebré con ella, en ella, su infinita y breve vida. Y agradecí.
Juli es un alma sabia. Nunca la viví como hija, la viví como maestra. A los cinco años dibujó dos ángeles y escribió: "Aunque nos muéramos, nos amamos". Y Nash dice, "Es en las misteriosas ecuaciones del amor donde he encontrado las respuestas a la verdad del universo". Lo dijo Nash, lo iluminó Juli, lo viví yo.
Quizá ésta es mi divina comedia. Tal vez mis arcángeles, Mario y Fer, tal vez mi María, Ale, ciertamente Juli mi Cristo. ¿Y yo? Everyone and no one.
domingo, 28 de mayo de 2017
El chamamé de la venganza.
"Odio a los porteños. Me vengo bancando a uno desde siempre. Cada día, cada mañana, en el espejo.
Me gusta bailar lo que me gusta bailar. Por eso los bailes son en casa y el DJ, yo. Rock, salsa, tango y chamamé. Ni zamba ni chacarera ni gato ni nada de lo que te obligan en el colegio y te distancia de la mujer. El tango cuando viví en la ciudad, el chamamé cuando adopté el campo. En Salta la linda, en Cachi. estábamos en un hostel que de noche se vuelve peña. Dos francesas y una quebequoise en viaje de aventuras. Una más hermosa que la otra. La peña en realidad no es peña, hay un cantor, muy salteño él, vos sabés, poeta, cantor y defensor de la tradición por default. Canta bien, toca bien, y yo lo aplaudo bien. Entre canción y canción me echa una mirada. No se parece a la mía. Quizá le llame la atención mi bella compañía, quizá mi aspecto de viejo lobo. Uso un sombrero negro sólo en mis viajes. Para algunos, de Indiana Jones, para otros de Michael Jackson, en realidad es un traicional sombrero tanguero que compré por ahí, en un ataque de azar. El cantor nos tiene reservada una sorpresa. Baile tradicional a cargo de una parejita de no más de quince, vestidos de tradición gauchesca,-qué mal que suena esta palabra-. Bailan lindo y son lindos, el show se vuelve en algo alegre, a pesar de que chacarera, gato o zamba no es lo mío. El cantor sigue poniéndole música a baile, sin dejar de dispararme una mirada cada tanto. Entre canción y canción, hace comentarios como dueño de la argentinidad,-otra fea palabra-. Al cabo, anuncia que ahora los bailarines serán los espectadores y sin más trámite me invita a bailar con la chiquita. Me niego. Pero me manda a la chiquita a sacarme y al auditorio a forzarme, -¡que baile, que baile!- Acorralado.me levanto y con la nena me dirijo al muere. En el camino le digo que me marque los movimientos. El cantor se hace el plato. En Facebook parece que sé lo que hago y que la estoy pasando bien. El video lo borré. Me gusta hacer el ridículo cuando me gusta hacer el ridículo. Nunca por mandato, mucho menos de un cantor salteño..El turro me hace pasar de chacarera a gato y a zamba y yo, que para todo hago los mismos movimientos, me siento Frankenstein dando los primeros pasos. Quince minutos son suficientes. Le hago una reverencia a mi chiquita y me arrastro hasta la mesa. Menos mal que mis compañeras no entienden un pomo de folclore. La parejita se va y el cantor sigue con su show.-Je, je-, ahora me toca a mí. Distribuyo la palabra clave entre mis compañeros y empezamos a golpear la mesa y a gritar. El resto del auditorio se contagia y es toda una sola voz: -¡Chamamé, chamamé!-. El cantor se disculpa, no conoce ninguno. Le disparo nombres de chamamés famosos. El tipo ataja lo que puede, -¡Ja!- nada. Termina el show en retirada, con un par de canciones que no mueven un pelo y se va arrastrando la guitarra. Ya ni me mira."
El porteño se toma un trago, se recuesta en la silla, y me mira esperando que diga algo. Yo no voy a gastar saliva ni para escupirlo.
Me gusta bailar lo que me gusta bailar. Por eso los bailes son en casa y el DJ, yo. Rock, salsa, tango y chamamé. Ni zamba ni chacarera ni gato ni nada de lo que te obligan en el colegio y te distancia de la mujer. El tango cuando viví en la ciudad, el chamamé cuando adopté el campo. En Salta la linda, en Cachi. estábamos en un hostel que de noche se vuelve peña. Dos francesas y una quebequoise en viaje de aventuras. Una más hermosa que la otra. La peña en realidad no es peña, hay un cantor, muy salteño él, vos sabés, poeta, cantor y defensor de la tradición por default. Canta bien, toca bien, y yo lo aplaudo bien. Entre canción y canción me echa una mirada. No se parece a la mía. Quizá le llame la atención mi bella compañía, quizá mi aspecto de viejo lobo. Uso un sombrero negro sólo en mis viajes. Para algunos, de Indiana Jones, para otros de Michael Jackson, en realidad es un traicional sombrero tanguero que compré por ahí, en un ataque de azar. El cantor nos tiene reservada una sorpresa. Baile tradicional a cargo de una parejita de no más de quince, vestidos de tradición gauchesca,-qué mal que suena esta palabra-. Bailan lindo y son lindos, el show se vuelve en algo alegre, a pesar de que chacarera, gato o zamba no es lo mío. El cantor sigue poniéndole música a baile, sin dejar de dispararme una mirada cada tanto. Entre canción y canción, hace comentarios como dueño de la argentinidad,-otra fea palabra-. Al cabo, anuncia que ahora los bailarines serán los espectadores y sin más trámite me invita a bailar con la chiquita. Me niego. Pero me manda a la chiquita a sacarme y al auditorio a forzarme, -¡que baile, que baile!- Acorralado.me levanto y con la nena me dirijo al muere. En el camino le digo que me marque los movimientos. El cantor se hace el plato. En Facebook parece que sé lo que hago y que la estoy pasando bien. El video lo borré. Me gusta hacer el ridículo cuando me gusta hacer el ridículo. Nunca por mandato, mucho menos de un cantor salteño..El turro me hace pasar de chacarera a gato y a zamba y yo, que para todo hago los mismos movimientos, me siento Frankenstein dando los primeros pasos. Quince minutos son suficientes. Le hago una reverencia a mi chiquita y me arrastro hasta la mesa. Menos mal que mis compañeras no entienden un pomo de folclore. La parejita se va y el cantor sigue con su show.-Je, je-, ahora me toca a mí. Distribuyo la palabra clave entre mis compañeros y empezamos a golpear la mesa y a gritar. El resto del auditorio se contagia y es toda una sola voz: -¡Chamamé, chamamé!-. El cantor se disculpa, no conoce ninguno. Le disparo nombres de chamamés famosos. El tipo ataja lo que puede, -¡Ja!- nada. Termina el show en retirada, con un par de canciones que no mueven un pelo y se va arrastrando la guitarra. Ya ni me mira."
El porteño se toma un trago, se recuesta en la silla, y me mira esperando que diga algo. Yo no voy a gastar saliva ni para escupirlo.
miércoles, 5 de marzo de 2014
Miedo muerto.
Calingasta. Nos para la gendarmería. Un cabo ojos claros de serpiente me pide papeles de la moto, mi Viola. Le doy. Me pide registro de conductor. Le doy. Cada vez que cumplo con lo que me pide se pone peor, los ojos se le vuelven amarillos, se estrechan, se afinan, se reptilan. Me pide el seguro. Le doy. Me dice que está vencido y que me va a secuestrar la moto. Tiro en secreto los dados. Me dicen: "¡Escapá!"
Pregunto amablemente dónde la dejo, me subo, la arranco y salgo cagando.
El camino es de montaña. De un lado. Del otro precipicio. Voy al taco. No me importa, no me importa, no me importa. Si me muero me muero. Esto es así. Si me toca me toca. No me gusta correr, pero esta vez sí. La Viola se quiere seguir de largo en cada curva. La domo. Y aprieto y sigo y sigo. A 100. A 120. A qué se yo cuánto. ¿Kilómetros o millas? No me importa. Estoy haciendo lo que tengo que hacer. Como Juli que sabía que iba al encuentro de su camión. No da para mirar atrás. Es mi destino, está adelante. ¡Vamos por él! Soy el tipo más poderoso del mundo. De frente a la muerte. Cara a cara. Se la escupo..
El asfalto se vuelve camino de ripio, la Viola empieza a patinar y tengo que aflojar. Morir, si, cuando quieras. Un triste porrazo contra las piedras, no gracias. No tardan en alcanzarme y cerrarme el paso.
"¡No voy a darte la moto! ¡Yo estoy haciendo lo que tengo que hacer! Si tu deber es disparar, dispará nomás y estamos a mano."
El tipo es un teniente. Me mira con asombro. Se baja y se acerca. Me pide que vuelva, que tiene que cumplir con su deber de traerme de vuelta, pero me promete que no me van a tocar ni a mí ni a la Viola. Le pido su palabra de honor y me la da. Chequeo los dados, que aprueban. Nos estrechamos las manos.
Estoy en la oficina del teniente. El cabo Serpiente ronda por ahí con cara de fastidio. El teniente me da un número de fax y me pide que le mande un actualización del seguro desde la próxima ciudad a la que vaya. Me pregunta sobre mi vida, me pregunta sobre Julieta, charlamos un buen rato. Luego me invita a irme. Me acerco a estrecharle la mano. Me dice: "Acabo de perder a un hermano de la edad de tu hija. Te comprendo". Nos abrazamos. Lloramos. Y dos ángeles chocan los cinco en ningún lugar.
Muerto el miedo, es otra la vida.
Pregunto amablemente dónde la dejo, me subo, la arranco y salgo cagando.
El camino es de montaña. De un lado. Del otro precipicio. Voy al taco. No me importa, no me importa, no me importa. Si me muero me muero. Esto es así. Si me toca me toca. No me gusta correr, pero esta vez sí. La Viola se quiere seguir de largo en cada curva. La domo. Y aprieto y sigo y sigo. A 100. A 120. A qué se yo cuánto. ¿Kilómetros o millas? No me importa. Estoy haciendo lo que tengo que hacer. Como Juli que sabía que iba al encuentro de su camión. No da para mirar atrás. Es mi destino, está adelante. ¡Vamos por él! Soy el tipo más poderoso del mundo. De frente a la muerte. Cara a cara. Se la escupo..
El asfalto se vuelve camino de ripio, la Viola empieza a patinar y tengo que aflojar. Morir, si, cuando quieras. Un triste porrazo contra las piedras, no gracias. No tardan en alcanzarme y cerrarme el paso.
"¡No voy a darte la moto! ¡Yo estoy haciendo lo que tengo que hacer! Si tu deber es disparar, dispará nomás y estamos a mano."
El tipo es un teniente. Me mira con asombro. Se baja y se acerca. Me pide que vuelva, que tiene que cumplir con su deber de traerme de vuelta, pero me promete que no me van a tocar ni a mí ni a la Viola. Le pido su palabra de honor y me la da. Chequeo los dados, que aprueban. Nos estrechamos las manos.
Estoy en la oficina del teniente. El cabo Serpiente ronda por ahí con cara de fastidio. El teniente me da un número de fax y me pide que le mande un actualización del seguro desde la próxima ciudad a la que vaya. Me pregunta sobre mi vida, me pregunta sobre Julieta, charlamos un buen rato. Luego me invita a irme. Me acerco a estrecharle la mano. Me dice: "Acabo de perder a un hermano de la edad de tu hija. Te comprendo". Nos abrazamos. Lloramos. Y dos ángeles chocan los cinco en ningún lugar.
Muerto el miedo, es otra la vida.
jueves, 30 de enero de 2014
Cuerdo de amor.
Soy inteligente. Ni me envidio ni me admiro. Es lo que me tocó. Te recomiendo la misma prudencia, hacia mí, hacia vos. Mi amigo Mario me dice que cuando sos un inteligente 5, y te pasa lo que a mí me pasó, te vas a menos 5. Si sos un 9, te vas a menos 9. Soy inteligente pero no genio, y por eso todavía estoy aquí y puedo escribir esto y vos me podés leer. Si viste "Una mente brillante" y querés tener un testimonio de primera mano sobre la locura, seguí leyendo: yo estuve ahí.
Había descubierto el plan de dios y ellos lo sabían y me venían a buscar. Durante semanas no dormía y escribía y dibujaba y avisaba al mundo lo que estaba pasando, antes de que ellos me desaparecieran. Y estaban por todos lados. Y me ardía la mollera de tanto pensar. Escribí hasta un manual de supervivencia para el diluvio y posterior era glacial que se venían.
Eran las 6 de la mañana y mis monstruos y yo no parábamos. No podía parar. Me iba, me iba. De pronto, suena el teléfono. Un llamado, un grito que me arranca del otro mundo. Es Fer, que de la locura conoce el paisaje. Me invita a ir a una sinagoga esa tarde. Fer, que nunca fue a una sinagoga. Fer, a las 6 de la mañana. Algo me hace clic y me doy cuenta de que estoy enloqueciendo. Me acuerdo de la escena de "Una mente brillante", esa que me hace llorar cada vez. Ella toma la mano de Nash y se la pone en el pecho: "¿Querés saber qué es real? Esto es real." Salí corriendo de mi cuarto y fuí al de Ale, me metí en su cama y la abracé, y la abracé, y me abracé a su piel, a su tibieza, a la respiración de su pecho, a los latidos de su corazón. Y floté. Y aferrado a ella me salvé.
Esa tarde fuimos a la sinagoga con Fer. Muy moderna, muy luminosa. Comenzaron los ritos y de pronto sentí todo el peso del dolor judío. Y de pronto se cantaba y se celebraba. Y de pronto todo volvía a ser insondable triste, y de vuelta explotaba la alegría. Y yo sentí a Juli, estaba ahí. Juli era eso. Y lloré a Juli. Y reí a Juli. Y celebré con ella, en ella, su infinita y breve vida. Y agradecí.
"Es en las misteriosas ecuaciones del amor donde he encontrado las respuestas a la verdad del universo". Lo dijo Nash, lo viví yo. En un papelito Juli a los 5 años dibujó dos ángeles y escribió: "Aunque nos mueramos nos amamos". Lo dijo Juli.. Lo vivo, lo vivo, la vivo.
Había descubierto el plan de dios y ellos lo sabían y me venían a buscar. Durante semanas no dormía y escribía y dibujaba y avisaba al mundo lo que estaba pasando, antes de que ellos me desaparecieran. Y estaban por todos lados. Y me ardía la mollera de tanto pensar. Escribí hasta un manual de supervivencia para el diluvio y posterior era glacial que se venían.
Eran las 6 de la mañana y mis monstruos y yo no parábamos. No podía parar. Me iba, me iba. De pronto, suena el teléfono. Un llamado, un grito que me arranca del otro mundo. Es Fer, que de la locura conoce el paisaje. Me invita a ir a una sinagoga esa tarde. Fer, que nunca fue a una sinagoga. Fer, a las 6 de la mañana. Algo me hace clic y me doy cuenta de que estoy enloqueciendo. Me acuerdo de la escena de "Una mente brillante", esa que me hace llorar cada vez. Ella toma la mano de Nash y se la pone en el pecho: "¿Querés saber qué es real? Esto es real." Salí corriendo de mi cuarto y fuí al de Ale, me metí en su cama y la abracé, y la abracé, y me abracé a su piel, a su tibieza, a la respiración de su pecho, a los latidos de su corazón. Y floté. Y aferrado a ella me salvé.
Esa tarde fuimos a la sinagoga con Fer. Muy moderna, muy luminosa. Comenzaron los ritos y de pronto sentí todo el peso del dolor judío. Y de pronto se cantaba y se celebraba. Y de pronto todo volvía a ser insondable triste, y de vuelta explotaba la alegría. Y yo sentí a Juli, estaba ahí. Juli era eso. Y lloré a Juli. Y reí a Juli. Y celebré con ella, en ella, su infinita y breve vida. Y agradecí.
"Es en las misteriosas ecuaciones del amor donde he encontrado las respuestas a la verdad del universo". Lo dijo Nash, lo viví yo. En un papelito Juli a los 5 años dibujó dos ángeles y escribió: "Aunque nos mueramos nos amamos". Lo dijo Juli.. Lo vivo, lo vivo, la vivo.
domingo, 12 de enero de 2014
El alte de ablazal.
Jenny es chinita. Digo, como todas las que conozco, chiquita. Pero tiene 30 y pico y ese cutis insoleado que desconcierta a los estupradores. Llega y misteria La Malfatta. Yo busco almas y esta es figurita difícil de descubrir. Habla inglés, apenas correcto. Busco charlar, se escapa. Apenas le saco algo de info, que nació y se crió en China continental, que el padre vivía en Hong Kong y visitaba a la madre un par de veces al año, que finalmente lograron la visa para reunir a la familia en Hong Kong, y al cabo, el padre no era nada de lo que decía, en especial en lo económico, que al fin los padres se separaron y el se juntó con una pendeja y murió, hace un año. Bueno, ahora que leo, no es poco lo que saqué. Olfateo que "padre" es un tema por el que puedo ablandarla para abordarla. Mi tema, ja. Lo llamo "energía solar". Es algo paternal que tengo y no porque sea un deshijado. Las chicas se abren a mí y me descubren la maravilla que puede ser una mujer cuando no siente que hay sexo sobre la mesa. No es que no lo haya, en realidad, pero improbable y al cabo me interesan más las almas, con acento en "las".
Alguien tan extraño y ajeno me inquieta. Por ahí los chinos no son humanos. O yo no lo soy. Digo, no conozco amor más profundo que el de dos extraños que se abrazan. Y me ocurrió varias veces, en especial en Arizona, con los nativos.
Con un poco de paciencia me entero, a través de mis amigas espías de que en realidad es casada, por conveniencia o arreglo familiar, que trabajó en Australia con el marido, pero él se volvió a Hong Kong y ella quería conocer Latinoamérica. Me sorprende, alguna vez le pregunté si había tenido un gran amor. Nadie, me dijo. También me confesó que fantaseaba con un amante colombiano. "No, argentino, no", me contestó. Y bueno, se lo pierde, y sospecho que me ahorré un mal momento. También me entero de que muchas chinas ricas van a Tailandia a aprender de las putas a cojer. Bah, a complacer a un hombre. Parece que el orgasmo femenino sigue siendo un lujo para pocas.
Un día la acorralo en la mesa. Le hablo de mis tragedias, del amor y la muerte, este par complementario ya lo he vivido, chica sin padre, hombre sin hija. De pronto estalla en llanto. "Ahora", me dije. Me levanté y la abracé. No podía parar de llorar, la Jenny. Y me chocó que, desbordada como estaba, estaba más dura que un poste. No sabía abrazar. No tenía ni idea de lo que era ser abrazada. Ma que sexo, esta chica nunca conoció lo más esencial del afecto.
No hay coincidencias y por eso llega en esos días Dani. Dani tiene 19 dulces años. Es amiga desde Salta el año pasado. Dani tiene candor virginal, y no es metáfora. Una noche, ajeno y enchufado a cigarrillo y compu, me asombro de ver a Dani haciendo un show teatral. Camina, hace gestos y replica distintos encuentros callejeros. Con un desconocido, con un amigo, con una amiga, con un amorcito. Todos imaginarios. Hace parar a Jenny y ocupar el lugar de estos imaginarios. Le está enseñando a saludar con un abrazo. Es comiquísimo, pero Jenny se presta sin chistar. Ay, esta chiquita Dani tiene alma anciana, de las que me gustan.
Hay abrazos que te dejan marcada la sensación en el cuerpo. Como el primero que le dí a papá, cuando yo ya tenía treinta y pico. Como el que me dieron dos navajos desconocidos cuando volví a Flagstaff. Como el de Jenny-poste, pero más como el dulce y agradecido y largo abrazo de despedida que me dejó Jenny.
Alguien tan extraño y ajeno me inquieta. Por ahí los chinos no son humanos. O yo no lo soy. Digo, no conozco amor más profundo que el de dos extraños que se abrazan. Y me ocurrió varias veces, en especial en Arizona, con los nativos.
Con un poco de paciencia me entero, a través de mis amigas espías de que en realidad es casada, por conveniencia o arreglo familiar, que trabajó en Australia con el marido, pero él se volvió a Hong Kong y ella quería conocer Latinoamérica. Me sorprende, alguna vez le pregunté si había tenido un gran amor. Nadie, me dijo. También me confesó que fantaseaba con un amante colombiano. "No, argentino, no", me contestó. Y bueno, se lo pierde, y sospecho que me ahorré un mal momento. También me entero de que muchas chinas ricas van a Tailandia a aprender de las putas a cojer. Bah, a complacer a un hombre. Parece que el orgasmo femenino sigue siendo un lujo para pocas.
Un día la acorralo en la mesa. Le hablo de mis tragedias, del amor y la muerte, este par complementario ya lo he vivido, chica sin padre, hombre sin hija. De pronto estalla en llanto. "Ahora", me dije. Me levanté y la abracé. No podía parar de llorar, la Jenny. Y me chocó que, desbordada como estaba, estaba más dura que un poste. No sabía abrazar. No tenía ni idea de lo que era ser abrazada. Ma que sexo, esta chica nunca conoció lo más esencial del afecto.
No hay coincidencias y por eso llega en esos días Dani. Dani tiene 19 dulces años. Es amiga desde Salta el año pasado. Dani tiene candor virginal, y no es metáfora. Una noche, ajeno y enchufado a cigarrillo y compu, me asombro de ver a Dani haciendo un show teatral. Camina, hace gestos y replica distintos encuentros callejeros. Con un desconocido, con un amigo, con una amiga, con un amorcito. Todos imaginarios. Hace parar a Jenny y ocupar el lugar de estos imaginarios. Le está enseñando a saludar con un abrazo. Es comiquísimo, pero Jenny se presta sin chistar. Ay, esta chiquita Dani tiene alma anciana, de las que me gustan.
Hay abrazos que te dejan marcada la sensación en el cuerpo. Como el primero que le dí a papá, cuando yo ya tenía treinta y pico. Como el que me dieron dos navajos desconocidos cuando volví a Flagstaff. Como el de Jenny-poste, pero más como el dulce y agradecido y largo abrazo de despedida que me dejó Jenny.
miércoles, 19 de junio de 2013
El Viejo.
El Viejo nunca estuvo conmigo; ganas no le faltaron. Cómo sufría,
cuando me miraba, cuando me tocaba. Sus manos eran muy suaves y me
hacían parar los pelitos, como ninguno.
Lo conocí cuando fuimos
con mi amiga y mi hermana a pasar una noche en su estancia. Enseguida me dí cuenta de
que él tenía el refugio que yo andaba buscando. La casa estaba llena de
gente, y enseguida se armó la fiesta. Estuvo bueno. El Viejo no paraba
de mirarme y yo bailaba. Se acerca y me pregunta si no quiero ir a la
pileta. Había mucha luna y caminamos por el parque. Me saqué la ropa y
me metí. El agua tibia me llegaba hasta las lolas. El se metió después..
Hablamos de mí. El quería hablar de sexo, y yo también. Me preguntó por
mi primera vez, pero no le conté la verdad. No recuerdo qué le conté.
El escuchaba y preguntaba. Quería detalles. Eso le gustaba. Yo estaba
ahí nomás de sus manos, pero él no hacía nada. Me miraba, como a un
cuadro. Me preguntó si yo me tocaba. Le dije que no, que nunca. Ahí
pensé que me iba a enseñar. Pero no, no hizo nada. Después jugamos en
el agua, Me enseñó a flotar. Me sostenía en sus brazos, y yo flotaba.
Poco a poco me iba soltando. Ahí le perdí el miedo al agua.
La
segunda fuí en Navidad. Gran fiesta. El Viejo no paraba de sonreirme.
Bailamos toda la noche. Me sentía bien cuando me abrazaba.Ya no me
parecía tan viejo. Es raro, yo tenía dieciséis y él cincuenta y pico.
Estuve con jovatos, pero no tan. A la mañana le pedí venir a vivir con
él. Me dijo que sí.
Me dió una pieza para mí sola. Nunca había
tenido una pieza para mí. Siempre en el cuartucho con mis hermanas. Que
usaban mis cosas. La única vez que estuve sola fue una tarde cuando
tenía doce años, estaba haciendo siesta y entró mi primo y me violó. El
me gustaba y no lo pude parar. Cuando empecé a gritar ya la tenía
adentro. La tenía muy grande. Nunca más me tocó una así. Me dolía pero
era como que yo no estaba ahí, como que estaba viendo una peli. Era
fuerte mi primo. Un toro. Acabó y se quedó quieto. Yo lloraba, pero no
me sentía mal. Tarde o temprano tenía que pasar Ahí entró mamá y sacó a
mi primo del cuarto a las patadas. Después empezó a pegarme. Después
sacó las sábanas con sangre y se las llevó para quemar. En la puerta me
dijo -de esto ni una palabra a nadie-. Y cumplí hasta el día en que se
lo conté al Viejo. El Viejo lloró.
Arregló con papá y mamá para
que no hubiera problemas en llevarme. Mamá con sonrisa grandota, le faltan un montón
de dientes. Papá es flaquito pero pega duro. Ninguno le dijo nada al
Viejo. Agarré lo poco que tenía en un bolsito y nos fuimos. Con el
tiempo el Viejo me fue llenando el ropero.
Vivir en la estancia
fue lindo. Tenía mi cuarto, el Viejo no se atrevía a entrar sin mi
permiso. No le gustaba despertarme. Yo me levantaba, iba al baño y
cuando salía ya me esperaba con el mate y el desayuno y a la cama.
Charlábamos, habla tranquilo y suave. -Bienvenida al día-, me decía cada
mañana-
Las manos del Viejo eran viejas pero sabían. Me gustaban
sus masajes. Estábamos en el sofá y me preguntó si quería un masaje de
pies. -Si querés-, le dije. Se untó las manos con aceite de oliva y me
acarició y masajeó- ¡Qué bien me sentía! El mundo y el Viejo
desaparecían y yo flotaba. De pronto me pregunta si puede masajearme las
piernas. -Dale-, le dije. Muy lentamente, muy concentrado, me fue
masajeando cada pantorilla. Se tomaba todo el tiempo del mundo. No me
miraba.Yo me recosté y cerré los ojos y era como que descubría cada
pedacito de mi piel a medida que él lo tocaba. Fue subiendo poco a poco
por mis piernas, sin apuro, siempre suave, mo dejaba nada sin aceitar.
Yo fui abriendo mis piernas, como que ya no las controlaba. El seguía y
yo ya sabía lo que se venía. Mis pantaloncitos apenas me cubren la
bombacha. Las manos seguían subiendo. Los dedos estaban ya a dos
centímetros de donde yo quería. Cada vez que se acercaban el cuerpo me
temblaba. Y se iban. Así una y otra vez hasta que no pude más. -Uy,
tengo la bragueta abierta-, le dije y lo miré. -Sí-, dijo, se levantó y
se fue. Me fuí al baño a terminar. Mi primera vez.
Un día me
llevó al hospital. Pasamos de sección en sección, hizo que me revisaran
todo. Cuando llegamos a la ginecóloga, yo no sabía qué era eso, me dice:
-Ella te va a hacer preguntas y vos contestás con la verdad. Sentite
libre porque yo nunca voy a preguntar ni saber qué se dijeron-. Salí con
una orden de análisis. Arriba de todo decía "Alto riesgo". Le pregunté
al Viejo y me explicó. Cuando salimos del hospital me regaló una cajita
de forros.
Yo nunca había estado a más de una hora del pueblo y el
Viejo un día me dice: -Quiero que conozcas otro mundo posible para
vos-. Y me llevó a la capital a pasear, y a la costa a conocer el mar, y
hasta la cordillera. El me ponía en esos lugares y me sacaba fotos..
Nunca me pidió nada a cambio y eso que yo estaba siempre dispuesta. Pero
no. Ni siquiera dormimos a menos de tres metros en todo el viaje.
El sabía
de Fede. Había estado un par de veces con él y ahora seguíamos
chateando. Yo estaba enamorada. El Viejo me escuchaba y preguntaba. Un
día fuimos a buscar a Fede y lo trajimos a la estancia. El Viejo fue muy
amable con él. Pero algo pasó. El Viejo nos miraba juntos, me miraba a
mí, lo miraba a Fede, y ya no era el de antes. Esa noche dormí con Fede y
usé los forros. A la mañana siguiente sin decir nada, el Viejo subíó
a Fede al auto y se lo llevó. No entendí nada, Después me dijo
que no había podido dormir esa noche. -Celos-, pensé. Por ahí no, por
ahí caló al turrito que Fede terminó siendo.
Un finde el Viejo se fue solo a
ciudad. Les encargó el cuidado de la casa a dos chicos que estaban de
visita ahí. Se ve que les encargó que no me tocaran un pelo. A mí me
hizo prometer que no llevaría a nadie a la casa. Los finde yo me iba al
pueblo con mi familia, y a ver amigos. En la plaza encontré un par de
chicos y fuimos a la estancia. Chupamos y estuve con los dos, creo. A la
mañana me llevaron al pueblo. A la tarde apareció el Viejo y le dejó a
mamá un bolsón con todas mis cosas. Hace dos años que no lo veo.
Estoy
embarazada. Voy a tener un varón. Y va a ser el único amor
incondicional en mi vida. No sé quién es el padre, esa semana anduve muy
borracha.
domingo, 12 de agosto de 2012
Se murió un buen tipo.
Don Pablo. Técnicamente suegro, pero amigo, padre, compinche, animador de momentos, alegrador de corazones.
Lo conocí el día en que me casé con Ale, cosas que pasan, y nos agazajó con el primero de incontables asados. Don Pablo, maestro asador. No sé cómo, pero te sacaba un asado perfecto en 45 minutos. Hay que ver lo bien que cocinaba, infinito mérito sabiendo que don Pablo carecía del sentido del olfato. Cómo catso hacía?
Nos dieron un dato de buena carnicería en Urdinarrain y allá fuimos con don Pablo. Pasamos tres o cuatro veces por la cuadra donde se suponía que estaba, pero nada. Al cabo descubrimos una pequeña puerta mosquitera y entramos. Era ahí. Estaba casi llena de gente. Don Pablo entra y dice: "Acá es la carnicería, no? Nos dimos cuenta por el cartel luminoso." Había que ver la cara de desconcierto de los paisanos.
Don Pablo adoraba el campo, adoraba el aire libre y el sol. Simpre bien tostado, hasta en invierno, y tenía mucha pinta y unos increíbles ojos celeste esmeralda. Un tipo tremendamente tranquilo, nunca levantaba la voz más que para hacer una broma. Un campechano. Y un humor irónico de aquéllos. A mi me llamaba el Dulce, por mis entonces frecuentes ataques de ira. Después me bautizó el León, por la avidez con que comía sus asados. Todos los que lo amamos tenemos un nombre dado por don Pablo.
Me hizo la pata, la gran pata, en todo el proceso de construir la Malfatta. Estaba Cristobal y dos bolivianos más levantando la primera pared, arriba en los andamios, a todo vapor. Don Pablo en una reposera, tomando sol y observándolos. Cristo le pregunta: "No toma mate, don Pablo?" "No", contesta. "Se pierde el tiempo".
Don Pablo andaba siempre con sus cartones, siempre listo para un partido de truco o de chinchón. Era imbatible, sobre todo al chinchón. Creo que era pura intuición, un natural del chinchón. Hay dones que parecen inútiles, pero no. A mí me enseñó a saber perder.
A don Pablo no le gustaba malgastar y sabía conseguir cosas con nada. Llevaba revistas viejas y chucherías a Almada y las canjeaba por huevos de campo. También envasaba en frascos la miel que producíamos allá. Y llevaba a Buenos Aires huevos y miel y los regalaba como atención a gente clave. Así, con pequeños regalitos, consiguió una pensión y obra social para él y Mercedes. Don Pablo entendía cómo funcionan ciertas cosas.
Con don Pablo compartíamos el gusto por bagayear. Un día mew llama y me dice que encontró tirada una maceta con un arbolito. Voy y la levantamos y la llevamos al campo y plantamos frente a la casa el arbolito, sin saber que árbol era. Al cabo de una año, el árbol prosperó como ningún otro en la arcillosa tierra entrerriana y nos contó su secreto en flor: era un ceibo. Mi árbol y yo, decía él, orgulloso. Un día lo dejé pasmado al mostrarle su árbol, clarito clarito, en Google Earth. Poco antes de que se fuera, le mandé a don Pablo fotos de su árbol, que tiene un cartelito que dice "Don Pablo", por supuesto. No estuve, pero me dicen que su sonrisa fué de las más grandes.
Don Pablo era esencialmente un hombre sensible, sobre todo al dolor. No soportaba ver sufrir a los que amaba. Fué un abuelo adorable para la Yuli, cómo él la llamaba. Poco después de que Juli se fuera, viene don Pablo a verme. Yo había recibido señales de ella. Que estaba bien. Con mamá y Perla. Vivas, de otra manera. Lo escribí en un papel, lo hice un rollo atado con cinta y se lo dí. Es un mensaje de Juli, le dije. Don Pablo no lo abrió, lo guardó y siempre lo conservó.
Yo no conozco triángulo amoroso más fuerte y elevante que el de padre, hija y esposo. Como el que tuvimos don Pablo, Ale y yo. Como el que tuvimos yo, Juli y Sebas. A esos triángulos les agradezco el haberme llevado a un estado de amor que me acompaña y me guía.
Lloré un poco cuando me enteré. Por mí, por Ale, por Agus. Pero me alegré al cabo. Por Juli. Guachita, allá va don Pablo. Y tenés al abuelo Ivo y a la abuela Yiya. Mortales aburridos! La fiesta es allá, en el más allá!
Lo conocí el día en que me casé con Ale, cosas que pasan, y nos agazajó con el primero de incontables asados. Don Pablo, maestro asador. No sé cómo, pero te sacaba un asado perfecto en 45 minutos. Hay que ver lo bien que cocinaba, infinito mérito sabiendo que don Pablo carecía del sentido del olfato. Cómo catso hacía?
Nos dieron un dato de buena carnicería en Urdinarrain y allá fuimos con don Pablo. Pasamos tres o cuatro veces por la cuadra donde se suponía que estaba, pero nada. Al cabo descubrimos una pequeña puerta mosquitera y entramos. Era ahí. Estaba casi llena de gente. Don Pablo entra y dice: "Acá es la carnicería, no? Nos dimos cuenta por el cartel luminoso." Había que ver la cara de desconcierto de los paisanos.
Don Pablo adoraba el campo, adoraba el aire libre y el sol. Simpre bien tostado, hasta en invierno, y tenía mucha pinta y unos increíbles ojos celeste esmeralda. Un tipo tremendamente tranquilo, nunca levantaba la voz más que para hacer una broma. Un campechano. Y un humor irónico de aquéllos. A mi me llamaba el Dulce, por mis entonces frecuentes ataques de ira. Después me bautizó el León, por la avidez con que comía sus asados. Todos los que lo amamos tenemos un nombre dado por don Pablo.
Me hizo la pata, la gran pata, en todo el proceso de construir la Malfatta. Estaba Cristobal y dos bolivianos más levantando la primera pared, arriba en los andamios, a todo vapor. Don Pablo en una reposera, tomando sol y observándolos. Cristo le pregunta: "No toma mate, don Pablo?" "No", contesta. "Se pierde el tiempo".
Don Pablo andaba siempre con sus cartones, siempre listo para un partido de truco o de chinchón. Era imbatible, sobre todo al chinchón. Creo que era pura intuición, un natural del chinchón. Hay dones que parecen inútiles, pero no. A mí me enseñó a saber perder.
A don Pablo no le gustaba malgastar y sabía conseguir cosas con nada. Llevaba revistas viejas y chucherías a Almada y las canjeaba por huevos de campo. También envasaba en frascos la miel que producíamos allá. Y llevaba a Buenos Aires huevos y miel y los regalaba como atención a gente clave. Así, con pequeños regalitos, consiguió una pensión y obra social para él y Mercedes. Don Pablo entendía cómo funcionan ciertas cosas.
Con don Pablo compartíamos el gusto por bagayear. Un día mew llama y me dice que encontró tirada una maceta con un arbolito. Voy y la levantamos y la llevamos al campo y plantamos frente a la casa el arbolito, sin saber que árbol era. Al cabo de una año, el árbol prosperó como ningún otro en la arcillosa tierra entrerriana y nos contó su secreto en flor: era un ceibo. Mi árbol y yo, decía él, orgulloso. Un día lo dejé pasmado al mostrarle su árbol, clarito clarito, en Google Earth. Poco antes de que se fuera, le mandé a don Pablo fotos de su árbol, que tiene un cartelito que dice "Don Pablo", por supuesto. No estuve, pero me dicen que su sonrisa fué de las más grandes.
Don Pablo era esencialmente un hombre sensible, sobre todo al dolor. No soportaba ver sufrir a los que amaba. Fué un abuelo adorable para la Yuli, cómo él la llamaba. Poco después de que Juli se fuera, viene don Pablo a verme. Yo había recibido señales de ella. Que estaba bien. Con mamá y Perla. Vivas, de otra manera. Lo escribí en un papel, lo hice un rollo atado con cinta y se lo dí. Es un mensaje de Juli, le dije. Don Pablo no lo abrió, lo guardó y siempre lo conservó.
Yo no conozco triángulo amoroso más fuerte y elevante que el de padre, hija y esposo. Como el que tuvimos don Pablo, Ale y yo. Como el que tuvimos yo, Juli y Sebas. A esos triángulos les agradezco el haberme llevado a un estado de amor que me acompaña y me guía.
Lloré un poco cuando me enteré. Por mí, por Ale, por Agus. Pero me alegré al cabo. Por Juli. Guachita, allá va don Pablo. Y tenés al abuelo Ivo y a la abuela Yiya. Mortales aburridos! La fiesta es allá, en el más allá!
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