El Viejo nunca estuvo conmigo; ganas no le faltaron. Cómo sufría,
cuando me miraba, cuando me tocaba. Sus manos eran muy suaves y me
hacían parar los pelitos, como ninguno.
Lo conocí cuando fuimos
con mi amiga y mi hermana a pasar una noche en su estancia. Enseguida me dí cuenta de
que él tenía el refugio que yo andaba buscando. La casa estaba llena de
gente, y enseguida se armó la fiesta. Estuvo bueno. El Viejo no paraba
de mirarme y yo bailaba. Se acerca y me pregunta si no quiero ir a la
pileta. Había mucha luna y caminamos por el parque. Me saqué la ropa y
me metí. El agua tibia me llegaba hasta las lolas. El se metió después..
Hablamos de mí. El quería hablar de sexo, y yo también. Me preguntó por
mi primera vez, pero no le conté la verdad. No recuerdo qué le conté.
El escuchaba y preguntaba. Quería detalles. Eso le gustaba. Yo estaba
ahí nomás de sus manos, pero él no hacía nada. Me miraba, como a un
cuadro. Me preguntó si yo me tocaba. Le dije que no, que nunca. Ahí
pensé que me iba a enseñar. Pero no, no hizo nada. Después jugamos en
el agua, Me enseñó a flotar. Me sostenía en sus brazos, y yo flotaba.
Poco a poco me iba soltando. Ahí le perdí el miedo al agua.
La
segunda fuí en Navidad. Gran fiesta. El Viejo no paraba de sonreirme.
Bailamos toda la noche. Me sentía bien cuando me abrazaba.Ya no me
parecía tan viejo. Es raro, yo tenía dieciséis y él cincuenta y pico.
Estuve con jovatos, pero no tan. A la mañana le pedí venir a vivir con
él. Me dijo que sí.
Me dió una pieza para mí sola. Nunca había
tenido una pieza para mí. Siempre en el cuartucho con mis hermanas. Que
usaban mis cosas. La única vez que estuve sola fue una tarde cuando
tenía doce años, estaba haciendo siesta y entró mi primo y me violó. El
me gustaba y no lo pude parar. Cuando empecé a gritar ya la tenía
adentro. La tenía muy grande. Nunca más me tocó una así. Me dolía pero
era como que yo no estaba ahí, como que estaba viendo una peli. Era
fuerte mi primo. Un toro. Acabó y se quedó quieto. Yo lloraba, pero no
me sentía mal. Tarde o temprano tenía que pasar Ahí entró mamá y sacó a
mi primo del cuarto a las patadas. Después empezó a pegarme. Después
sacó las sábanas con sangre y se las llevó para quemar. En la puerta me
dijo -de esto ni una palabra a nadie-. Y cumplí hasta el día en que se
lo conté al Viejo. El Viejo lloró.
Arregló con papá y mamá para
que no hubiera problemas en llevarme. Mamá con sonrisa grandota, le faltan un montón
de dientes. Papá es flaquito pero pega duro. Ninguno le dijo nada al
Viejo. Agarré lo poco que tenía en un bolsito y nos fuimos. Con el
tiempo el Viejo me fue llenando el ropero.
Vivir en la estancia
fue lindo. Tenía mi cuarto, el Viejo no se atrevía a entrar sin mi
permiso. No le gustaba despertarme. Yo me levantaba, iba al baño y
cuando salía ya me esperaba con el mate y el desayuno y a la cama.
Charlábamos, habla tranquilo y suave. -Bienvenida al día-, me decía cada
mañana-
Las manos del Viejo eran viejas pero sabían. Me gustaban
sus masajes. Estábamos en el sofá y me preguntó si quería un masaje de
pies. -Si querés-, le dije. Se untó las manos con aceite de oliva y me
acarició y masajeó- ¡Qué bien me sentía! El mundo y el Viejo
desaparecían y yo flotaba. De pronto me pregunta si puede masajearme las
piernas. -Dale-, le dije. Muy lentamente, muy concentrado, me fue
masajeando cada pantorilla. Se tomaba todo el tiempo del mundo. No me
miraba.Yo me recosté y cerré los ojos y era como que descubría cada
pedacito de mi piel a medida que él lo tocaba. Fue subiendo poco a poco
por mis piernas, sin apuro, siempre suave, mo dejaba nada sin aceitar.
Yo fui abriendo mis piernas, como que ya no las controlaba. El seguía y
yo ya sabía lo que se venía. Mis pantaloncitos apenas me cubren la
bombacha. Las manos seguían subiendo. Los dedos estaban ya a dos
centímetros de donde yo quería. Cada vez que se acercaban el cuerpo me
temblaba. Y se iban. Así una y otra vez hasta que no pude más. -Uy,
tengo la bragueta abierta-, le dije y lo miré. -Sí-, dijo, se levantó y
se fue. Me fuí al baño a terminar. Mi primera vez.
Un día me
llevó al hospital. Pasamos de sección en sección, hizo que me revisaran
todo. Cuando llegamos a la ginecóloga, yo no sabía qué era eso, me dice:
-Ella te va a hacer preguntas y vos contestás con la verdad. Sentite
libre porque yo nunca voy a preguntar ni saber qué se dijeron-. Salí con
una orden de análisis. Arriba de todo decía "Alto riesgo". Le pregunté
al Viejo y me explicó. Cuando salimos del hospital me regaló una cajita
de forros.
Yo nunca había estado a más de una hora del pueblo y el
Viejo un día me dice: -Quiero que conozcas otro mundo posible para
vos-. Y me llevó a la capital a pasear, y a la costa a conocer el mar, y
hasta la cordillera. El me ponía en esos lugares y me sacaba fotos..
Nunca me pidió nada a cambio y eso que yo estaba siempre dispuesta. Pero
no. Ni siquiera dormimos a menos de tres metros en todo el viaje.
El sabía
de Fede. Había estado un par de veces con él y ahora seguíamos
chateando. Yo estaba enamorada. El Viejo me escuchaba y preguntaba. Un
día fuimos a buscar a Fede y lo trajimos a la estancia. El Viejo fue muy
amable con él. Pero algo pasó. El Viejo nos miraba juntos, me miraba a
mí, lo miraba a Fede, y ya no era el de antes. Esa noche dormí con Fede y
usé los forros. A la mañana siguiente sin decir nada, el Viejo subíó
a Fede al auto y se lo llevó. No entendí nada, Después me dijo
que no había podido dormir esa noche. -Celos-, pensé. Por ahí no, por
ahí caló al turrito que Fede terminó siendo.
Un finde el Viejo se fue solo a
ciudad. Les encargó el cuidado de la casa a dos chicos que estaban de
visita ahí. Se ve que les encargó que no me tocaran un pelo. A mí me
hizo prometer que no llevaría a nadie a la casa. Los finde yo me iba al
pueblo con mi familia, y a ver amigos. En la plaza encontré un par de
chicos y fuimos a la estancia. Chupamos y estuve con los dos, creo. A la
mañana me llevaron al pueblo. A la tarde apareció el Viejo y le dejó a
mamá un bolsón con todas mis cosas. Hace dos años que no lo veo.
Estoy
embarazada. Voy a tener un varón. Y va a ser el único amor
incondicional en mi vida. No sé quién es el padre, esa semana anduve muy
borracha.
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