Mario dice que soy inteligente. Y si lo dice Mario yo lo creo. Digo, él es mi paradigma de la inteligencia, judío, titulado en varias carreras, insaciable en el juego de saber y hacer. La frente que le gana terreno al cabello con los años, anteojitos clásicos y trotkisos, un apasionado de escuchar, de relacionar y de elaborar. Alguna vez me hizo un test de inteligencia para su carrera de Sicología y concluyó que soy inteligente. "Pero no sos un genio", tacleó a mi vanidad Ni me envidio ni me admiro. Es lo que me tocó. Hubiera canjeado parte de mi cerebro por un cuerpo más alto y un elogio de Amadeo Carrizo.
Mario dice que cuando sos un inteligente 5, y te pasa lo que a mí me pasó, un camión se lleva puesta a tu hija y al resto de tu vida, te
vas a menos 5. Si sos un 9, te vas a menos 9. Parece que Mario tiene razón, no soy genio porque todavía estoy aquí y puedo escribir esto y vos me podés
leer. Si viste Una mente brillante y querés tener un testimonio de
primera mano sobre la locura, seguí leyendo: estuve ahí.
Había
descubierto el plan de dios y ellos lo sabían y me venían a buscar.
Durante semanas no dormía y escribía y dibujaba y avisaba al mundo lo
que estaba pasando, antes de que ellos me desaparecieran. Y estaban por
todos lados. Y me ardía la mollera de tanto pensar. Escribí hasta un
manual de supervivencia para el diluvio y posterior era glacial que se
venían.
Fer está en la misma catagoría de judaísmo, logro e inteligencia que Mario, sólo que Fer lo volcó a los libros y al teatro, sólo que Fer nunca fue a una sinagoga- Rubio virando a ceniza, ojos celestes y boca generosa, las mismas gafas troscas, intelecsantes. De la locura, conoce bien el paisaje. Mario también.
Eran las 6 de la mañana y mis monstruos y yo no
parábamos. No podía parar. Me iba, me iba. De pronto, suena el
teléfono. Un llamado, un grito que me arranca del otro mundo.Es Fer. Me invita a ir a una sinagoga esa
tarde. Fer, el que nunca fue a una sinagoga. Fer, a las 6 de la mañana.
Algo me hace clic y me doy cuenta de que estoy enloqueciendo.
Me acuerdo
de la escena de Una mente brillante, esa que me hace llorar cada vez.
Ella toma la mano de Nash : "¿Querés saber qué
es real? Esto es real." y pone la mano de Nash sobre su pecho
Ale duerme en su cuarto y yo enloquezco en el mío. Voy a ella. Ale es tibia. Ale es suave, Ale es vida. Ale es madre. La abrazo como náufrago, Y siento el calor de su cuerpo. Y el aroma de su respiración. Y el ritmo primitivo de su corazón. Me aferro a ella y desde su inmaculada y dormida esencia, me salva.
Esa tarde fuimos a
la sinagoga con Fer. Muy moderna, muy luminosa. Comenzaron los ritos y
de pronto sentí todo el peso del dolor judío. Y de pronto se cantaba y
se celebraba. Y de pronto todo volvía a ser insondable triste. Y de
vuelta explotaba la alegría. Y sentí a Juli, estaba ahí. Juli era
eso. Y lloré a Juli. Y reí a Juli. Y celebré con ella, en ella, su
infinita y breve vida. Y agradecí.
Juli es un alma sabia. Nunca la viví como hija, la viví como maestra. A los cinco años dibujó dos ángeles y escribió: "Aunque nos muéramos, nos amamos". Y Nash dice, "Es en las
misteriosas ecuaciones del amor donde he encontrado las respuestas a la
verdad del universo". Lo dijo Nash, lo iluminó Juli, lo viví yo.
Quizá ésta es mi divina comedia. Tal vez mis arcángeles, Mario y Fer, tal vez mi María, Ale, ciertamente Juli mi Cristo. ¿Y yo? Everyone and no one.
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